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Scarlet Maroon



El mundo giraba con su habitual indiferencia, con su vida acorazada de rostros y estaciones, de sombrillas escarlatas y algunas pinceladas de un tiempo que se detiene y explota. Se asomó tu mirada y el universo pareció congelarse, con rojos brillantes y estrellas sin polvo que esconden y atrapan la estela de ti, lo desconocido, lo inadvertido. La profundidad de lo efímero y los hilos que han sido roídos por el sol.

 

Te tomó quince años volver a posarte, como un pájaro danzante, en los cables de mi calle. Nos tomó mil lunas y unas cuantas más flotar en este mar que nos invita y nos refleja. Nos toma por sorpresa, nos crea y nos atrapa en los lodos del cosmos pirómano sin luz. Éramos fuego y ausencia de sol, un par de latidos y alguna canción, verbos que hemos dicho, tal vez algún hechizo.

 

Una presencia abrumadora, como dos almas que siempre se han conocido, que saben que han existido más allá del mismo tiempo. Qué desconcierto, no saber cuál fue nuestro génesis, si somos el pasaje de un cuento o el punto suspensivo más extenso de la historia. No lo sé, pero hoy este mundo se siente un lugar tan pequeño, tan íntimo, tan nuestro. Donde había sombras, hoy hay colores más vivos. El silencio se colma de sonidos, y la vida se siente tan justa. Le faltaba tu historia a mi historia. No somos sino dos estelas de blanco polvo, de rojos brillos, de vida acorazada, donde antes el mundo giraba con su habitual indiferencia.

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