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Gerardo Javier Garza Cabello

Camila y Bruno



Hay una fuerza más grande que los océanos y el cosmos, más grande que todas las estrellas. Algunos de ustedes la han sentido; todos la han provocado. No se puede explicar, definir ni medir. Es la materia de la cual nacen, crecen y descienden a nuestros pies todos los sueños que alguna vez se han soñado. Inagotable e indescriptible, la reconocí enseguida cuando la encontré. Tuve la oportunidad de soñarla una vez más, y ese sueño partió hacia el espacio sideral. Poco después resurgió y renació en la persona que posee todos mis suspiros. Cuando pude oler por primera vez sus perfectos cabellos, sentir el tacto sutil y perpetuo de su piel, contemplar la forma tan vulnerable en la que miraban, no encontré, ni he encontrado desde entonces, en el azar, las palabras adecuadas para explicar lo maravilloso que ha sido poder estar del lado de espectador de esos tres milagros. Aunque uno de ellos haya sido reclamado a un celestial destierro, puedo saborear los matices de su alma en el breve imaginario. Habrías de ser grandioso, pero tuviste que vivir en lo eterno. Me ha quedado este par que siempre me devuelve a mi centro. La vida es solo un transcurrir en el tiempo entre los días que puedo abrazarlos y aquellos en los que me toca pensarlos.


Agradezco con humildad la oportunidad de amarlos, pues no puedo imaginar mis labios sin el cálido roce de sus mejillas, sin la completa forma en la que me miran, ni las grandes pinceladas del arte en la que vivo mi vida, todas nacidas de sus brazos que me buscan en las sombras con los ojos medio cerrados. Cuando me acerco a decirles al oído cuanto los amo, mientras parten hacia el pleno universo donde viven sus sueños, los admiro perplejo, los respiro de lejos, y todo eso llena mi alma de una manera que en verdad desearía poder explicar. Agradezco todo el tiempo la dicha de poder mirar, admirar y respirar toda la esencia que los forma. En secreto, envidio a mi memoria, que puede albergar toda su historia. No sé cuánto daría yo por volverlos a cargar, cambiarles el pañal y saber que todo lo que necesitan es nuestro cuidado. Ha sido hermoso acompañarlos. Hoy me necesitan menos, me quieren más, y mi corazón explota de humildad por la dicha de sus vidas. Que la eternidad guarde este amor, por si algún día necesitan de mi abrazo y ese dia, por la razón que fuera, yo no pudiera estar a su lado.

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