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Gerardo Javier Garza Cabello

Cafetales

Actualizado: 20 jun



Te busco, como quien persigue al destino incierto, al sueño que se desvanece al despertar, a la paz que se distrae con la tormenta de tus sueños. Cada fibra de mi ser pronuncia tu nombre, se vuelve tu cadencia y tu tiempo, el corazón que se apresura, que te persigue, que difama la insolencia de mis breves y eternas ausencias. Aunque sé que mi voz resuena en el vacío y mis manos se aferran a la nada, te busco en las migajas que has podido arrebatarme, en las noches de risas eufóricas, en la tristeza de la eterna felicidad que desdibuja mi mirada.


Somos la oscuridad de una noche sin estrellas, el olvido que se apodera de pensamientos que aún no nacen, desde las horas que se arrastran en la soledad más absoluta. Pero no estás, están tus lágrimas y algunas palabras que olvidaste antes de irte. Estás en las cosas que me consumen, en las promesas que hemos tenido que descifrarle al eco del silencio que nos aturde y nos arrebata, en el vacío de nuestras bocas, en los eternos segundos que nos toma consumir el aire denso que aprisiona. Te llamo en esta locura, en cada bocanada, te llaman mis manos y mi cordura.


Te espero, como se espera a la muerte, con la resignación de quien sabe su destino, con la desesperación de quien tiene sed de suerte, con el llanto de quien se siente perdido, con la brutal ignorancia de tu encanto, las gafas que caen y el reflejo de tu dedo índice llamándome, tu mano temblando en los interminables escalones que nos separan, la taquicardia que me provoca la incertidumbre. Te busco como si fueras el aire que me hace falta, como si fueras la luz y la oscuridad que sobrevive a las velas que se han vuelto humo, y aunque sé que la única eternidad que podrás quitarme sea la de mi nombre en tu piel, aún así, te busco.

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