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Gerardo Javier Garza Cabello

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Creí que jamás volvería a amar así.

Que no se podría después de saber cómo se siente perderlo, que doleria incluso pensar en lanzarse de nuevo al páramo desconocido por el cual los amantes encuentran su destino. Que la vida te deja una herida y no podrá sanar con amor nuevo, que esa herida sería tuya hasta que se terminaran tus días. Podrían surgir amores nuevos en otros cielos, pero jamás podría compartir lo que ya no tendría para dar, pero no sabía que ese amor era mío y no de mi historia, y podría volver a nacer de los manantiales donde lo dejé alguna vez.


No lo recordaba, he de admitirlo, pero cuando me sonreíste algo se reparó, un viejo eco resonó, supe que estaba otra vez frente a aquel asombro, me hormigueaban las manos, se sentía ese extraño y apacible deseo de poder entrelazar por siempre nuestros segundos, que se asombraran los ojos con tu mirada, que tu aroma quedara impregnado eternamente en los cajones donde guardo mis cosas sagradas.


No quiero olvidarme jamás de esto, ¿quién iba a pensar que aquel amor ha vuelto y que ignorante fui al engañarme, pensando que ya estaba cubierto con las letras de otro nombre, que no podía compartir más con nadie, que mi amor sería escueto y en gotero, que ya no habría otro incendio que pudiera alumbrar hasta el horizonte donde la vista se cruza con la imaginación? Qué bendición que me sonrieras, qué emoción que aún existieras, qué devoción que hoy día siento, no por ti, ni por mí, porque el tiempo se encargará de borrar nuestra memoria, de convertirnos en una historia que culminó en su capítulo final. No, nosotros no estaremos aquí en 100 años, pero quiero pensar que el amor que hoy profesamos será tan eterno y se volverá memoria, como las pinceladas de Goya, como la pluma de Marco Aurelio, como todo aquello que se rehúsa a fenecer cuando el tiempo se encarga de ver nuevas lunas florecer.


Gracias por regalarme esperanza, por ser musa de nuevas sinfonías y por aquel día en el que confesaste haberme esperado, sin siquiera conocer mi rostro, sin saber lo que yo sería para ti, pero entendí en ese instante que reconociste también el amor que habías perdido, transformado en nuevas caricias y esa sonrisa, que se ha puesto como el sol para admirarte, y mil estrellas pueden surgir cuando se te olvida la tristeza aquella que te hizo aquel día dejar de esperar, el golpe que ha sido este amor que nos ha adornado los días con el aroma de las astromelias que han nacido bajo estrellas, donde esta historia se volverá leyenda... Gracias por sonreír, no recordaba que se podía amar así.

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