Como la frontera donde las olas seducen a la tierra, me encuentro flotando en un sereno y cauteloso vaivén que no he detenido a contemplar. Me ha faltado saborear los labios nuevos que me han invitado a ser cómplice de un pequeño universo que se esfuma y renace en cada aliento. Me han sobrado motivos para irme y aun así han prevalecido aquellos que me insisten en quedarme. A la par, he muerto y renacido más veces de las que mis dedos pudieran contar. Me siento errático cuando estoy contigo y tan seguro de ti cuando te vas. Me inunda una apatía profunda cuando me encuentro solo, y mis días se tornan multicolores cuando logro arrebatarle un poco de luz a tu sonrisa. Paréntesis: qué hermosa es tu sonrisa cuando sale franca y apresurada, más aún cuando no quieres sonreír y te gana la fuerza de una breve alegría. Me llena de curiosidad ver cómo tus ojos y tus labios se pelean ingratos por reír y llorar al mismo tiempo. No debo ser un contemplativo de la experiencia humana para entender que te encuentras abatida por las circunstancias; aun así, te gana en ratos el reflejo de sentir la felicidad de antes, y te llenas de la nostalgia de los días que vendrán, donde, sin remedio, nos tendremos que conformar con la inefable alerta de un mensaje que se siente tan lejano como las estrellas en el manto estelar.
Aun así, logras sonreír, y mariposas nacen, vuelan y culminan sus misterios más allá de donde me alcanza la vista, más allá del tiempo, con la levedad de las pesadas alas que no son ni energía ni materia, ni momentos ni ausencias. Son como un recordatorio de lo que brota de las fuentes que han llenado a la humanidad de fe, que esos instantes de plenitud son el motivo por el cual existen las artes más bellas. Gracias a esta sentencia de un final, tengo que recurrir de nuevo a aquellos poemas a todas las canciones y los aromas o sabores que me transportan a cualquier lugar que no sea este, donde tengo que conformarme con haberte respirado alguna vez. Los oleos frescos de desesperanza y amor fútil donde se alojan las ganas que me van a quedar de respirarte hasta que tu nombre sea verbo, hasta que seas néctar y sueños, hasta que olvide los puntos suspensivos que, incrédulo y sin remedio, tengo que verse extender hasta el infinito, porque lo único seguro es que te extrañaré irremediablemente, y si el destino es despiadado y me arranca de tu lado, espero que al recordar la fuente de nuestros deseos, le regales al universo una que otra sonrisa distraída, que regresará a mi algún día, cuando exhale el verbo que fue tu nombre.
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